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Discurso de fundación del presidente




Discurso de fundación del presidente

Discurso de fundación del presidente

ACADEMIA NACIONAL DE
DERECHO DEL URUGUAY

Acto de fundación – 2 de diciembre de 2019

DISCURSO INAUGURAL DEL PRESIDENTE DE LA ACADEMIA

AC. DR. RICARDO OLIVERA GARCÍA

Señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia

Señores Ministros de la Suprema Corte de Justicia y del Tribunal de lo Contencioso Administrativo.

Señor Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo.

Señores Presidentes de las Academias de Medicina, Letras, Economía, Ingeniería y Ciencias.

Señores Decanos de las facultades de Derecho de la Universidad de la República, Universidad de Montevideo, Universidad de la Empresa y Universidad CLAEH.

Señores Presidentes del Colegio de Abogados del Uruguay y de la Asociación de Escribanos del Uruguay.

Señor Presidente de la Cámara de Comercio y Servicios del Uruguay.

Señores representantes del Congreso Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas.

Señor representante de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires.

Señores Académicos de Número Fundadores de la Academia Nacional de Derecho del Uruguay

Estimados académicos, profesores, colegas y amigos.

Es un placer y un honor poder dirigirme a todos Uds. en este momento histórico para el Derecho y la academia uruguayos: el momento en el cual colocamos la piedra fundacional de la Academia Nacional de Derecho del Uruguay.

Nuestro país era, hasta hoy, el único país de América del Sur y uno de los muy pocos de Latinoamérica que no contaba con una Academia de Derecho. Así nos lo recordaron el Congreso Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas y nuestros queridos colegas de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, organizaciones ambas que hoy nos acompañan. Pese a su vasta y rica tradición académica en materia jurídica, no se había llevado adelante en el Uruguay la iniciativa de aunar esfuerzos y canalizar las numerosas y fecundas iniciativas académicas de sus juristas en una Academia Nacional de Derecho como la que hoy fundamos.

En otras áreas del conocimiento, cuyos presidentes y otros miembros se encuentran hoy aquí y cuya presencia mucho agradecemos (Letras, 1943; Economía, 1957; Medicina, 1974; Ingeniería, 2000; Ciencias, 2009), ya hace décadas que se comenzó a transitar este camino. Hoy ha llegado, por fin, el turno de las ciencias jurídicas.

¿Por qué y para qué una Academia de Derecho?

El concepto de “academia” evoca a la academia ateniense fundada por Platón en el siglo IV AC, que funcionó en un bosque próximo a la tumba del legendario héroe Academo. Esta academia ateniense, inmortalizada en el fresco de Rafael, perduró hasta el siglo VI de nuestra era, cuando fue clausurada por Constantino.

Fue casi un milenio más tarde, en los albores del Renacimiento, que en diversos países de Europa resurgió la idea de la academia como institución cultural separada de las universidades y como ámbito de contacto y de intercambio interdisciplinario de ideas. Rescatando las bases del pensamiento humanista grecorromano, estas academias se constituyeron en pilar fundamental en la elaboración y difusión del pensamiento filosófico y político moderno.

Las academias jurídicas son un fenómeno más reciente. Si exceptuamos a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España, que encuentra sus orígenes en el siglo XVIII, la mayoría de las academias latinoamericanas son un fenómeno del siglo pasado. Todas ellas nacieron con el objetivo de crear un ámbito interdisciplinario de excelencia para el estudio y la investigación de la ciencia jurídica, con la finalidad de contribuir al perfeccionamiento del Derecho.

El Uruguay se ha caracterizado tradicionalmente por el destacado nivel académico de sus juristas. Debemos enorgullecernos de ello. La historia pasada y reciente de nuestro país está, en gran medida, construida por el aporte de eminentes hombres de Derecho, con reconocido prestigio tanto dentro como fuera de fronteras. El estudio y la investigación de los mismos –muchas veces en solitario– fue y continúa siendo un aporte sustancial para el constante perfeccionamiento del Derecho. En este sentido, puede decirse que existe en nuestro país una “Academia virtual”, formada por el aporte del pensamiento acumulado de sus juristas a lo largo de la historia.

Sin embargo, hasta el momento, esa “Academia virtual” no había tenido estructura formal. Esta es la empresa que pretendemos encarar a partir de este acto.

Las universidades –tanto la estatal como las privadas, todas las cuales nos honran en este acto con la presencia de sus decanos de Derecho–, han desarrollado, además de su función esencial de impartir docencia y formar a generaciones de profesionales, una muy importante actividad de investigación y de extensión.

Los colegios profesionales (abogados, escribanos públicos), además de su relevante función gremial, han manifestado desde siempre una importante preocupación por la formación de sus asociados y el mejoramiento del Derecho.

La Academia pretende realizar un aporte complementario al que estas organizaciones han venido desarrollando con profesionalismo y eficacia. Su idea fundamental es congregar a los más destacados representantes de la ciencia jurídica actual, en ejercicio de la actividad docente o retirados ya de la misma, para que, en un esfuerzo conjunto e interdisciplinario, con el acervo de sus respectivas visiones, opiniones y experiencias, podamos crear un gran espacio de reflexión y discusión que procure el mejoramiento del Derecho patrio.

Como disciplina que regula las relaciones humanas, el Derecho se encuentra expuesto a un continuo proceso de transformación y adecuación, acorde con el que vive el propio entorno social. Los profundos cambios culturales, sociales, económicos y tecnológicos que nos toca vivir imponen el mantenimiento de una mente abierta y profundamente analítica, al tiempo que demandan del jurista una permanente actitud crítica, de modo de poder adecuar el ordenamiento jurídico a estas nuevas realidades, con el desafío de no perder nunca de vista los valores esenciales sobre los que se apoya nuestra sociedad y nuestro Estado.

Esta realidad impone la necesidad de crear un espacio especialmente calificado, que reúna a aquellas personas que, a través de su actuación académica en la cátedra universitaria, hayan demostrado una mejor capacidad para colaborar en este proceso de mejoramiento y transformación del Derecho.

Debe tratarse de un ámbito integrado, al cual concurran especialistas de diversas disciplinas. Más allá del proceso de profunda especialización que vemos en todas las ramas del conocimiento, y al cual el Derecho no resulta ajeno, resulta esencial integrar este conocimiento. Tener presente que todos los desarrollos académicos terminan por aplicarse a un único fin social y humano. Como nos recordaba Teilhard de Chardin, “todo lo que se eleva converge”. La excelencia y la profundidad del análisis nos llevan necesariamente a elaboraciones globales e integrales, a las cuales debemos tender.

Este entorno de integración del conocimiento jurídico podrá también proyectarse a otras áreas del conocimiento, en forma conjunta con los trabajos de otras academias profesionales aquí presentes, movidas por el mismo espíritu.

La Academia de Derecho que se funda pretende crear ese ámbito interdisciplinario de excelencia para el estudio de las ciencias jurídicas. Un ambiente en el cual se preserve esa “Academia virtual”, producto de las contribuciones de nuestro mejor pensamiento jurídico, y a partir del cual se proyecten las mejores soluciones jurídicas para nuestra realidad presente y para la que vendrá.

La estructura de la Academia

La Academia Nacional de Derecho del Uruguay nace como una asociación civil, emanada del consentimiento de sus fundadores. Se constituye como una organización independiente de los poderes públicos y de las instituciones universitarias, pero con una profunda vocación de colaborar con unos y otros en la creación, mejoramiento, estudio, difusión y aplicación del Derecho.

El soporte básico del funcionamiento de la Academia lo habrán de constituir sus Académicos de Número, los cuales integrarán los órganos de gobierno, de administración y de control de la asociación civil, y tendrán la responsabilidad de asegurar el cumplimiento de sus fines. Siguiendo la tradición de las Academias, los Académicos de Número serán 35. Serán requisitos para acceder a esta distinción poseer título habilitante para el ejercicio de las profesionales de abogado o escribano público y haber tenido una actuación destacada en la cátedra universitaria.

Con la finalidad de asegurar la alternancia de los Académicos de Número, se ha fijado para los mismos una edad máxima de 80 años, a partir de la cual cesarán, pudiendo ser designados como Académicos Eméritos.

Cada uno de los cargos de Académico de Número tendrá además un Patrono. Como Patronos fueron escogidas las más prominentes figuras del pensamiento jurídico de nuestro país, en el ámbito de sus respectivas disciplinas. Los mismos habrán de alumbrar y servir de guía a los actuales futuros integrantes de esta Academia. Además de ser una tradición en muchas Academias, se trata de una forma de preservar la memoria de la muy rica historia de nuestro pensamiento y de nuestra identidad jurídica. Al convocar a cada uno de los Académicos de Número Fundadores a suscribir el acta de constitución de la Academia, se invocará a su Patrono correspondiente.

Los estatutos de la Academia prevén además la existencia de Académicos Eméritos, Académicos de Honor y Académicos Correspondientes.

Como se dijo, podrán designarse Académicos Eméritos a los Académicos de Número que hayan superado la edad de 80 años o que, por diversas razones, se encuentren impedidos de atender sus obligaciones ordinarias para con la Academia.

La Academia podrá designar Académicos de Honor a quienes se hagan acreedores a esta distinción de carácter excepcional por su relevante actuación en el país o en el extranjero. Como una de sus primeras tareas, la Academia estará abocada a designar en esta calidad de Académicos de Honor a juristas de la mayor y más destacada trayectoria académica y que, en virtud, del límite etario impuesto, no han podido acceder en esta instancia a la calidad de Académicos de Número.

La Academia podrá designar también, como Académicos Correspondientes, a juristas de destacada trayectoria académica, con residencia dentro o fuera del país, los cuales la representarán en el lugar en que residan.

Todos los Académicos, cualquiera sea su calidad, estarán convocados a colaborar con la Academia en los estudios que realice y las actividades que desarrolle para el cumplimiento de sus fines.

Pero la Academia que hoy se crea no habrá de ser una entidad de puertas cerradas. Por el contrario, nace con una vocación de apertura a la comunidad académica y a la sociedad toda. Su finalidad es la de servir al mejoramiento de la elaboración, conocimiento y aplicación del Derecho. Como lo dicen sus fines: propender al progreso del país mediante el perfeccionamiento del estado de Derecho.

Para esto, prevé estatutariamente y se propone realizar periódicamente sesiones públicas de difusión y discusión de los estudios que realice.

También prevé la creación de Secciones por ramas del Derecho u otras áreas del conocimiento jurídico, integradas por Académicos y por profesionales externos a la misma, que sean ámbitos de tratamiento y desarrollo de temas especializados o de cuestiones jurídicas específicas.

Una Academia abierta a la sociedad y al mundo

Pero, más allá de estas actividades internas que la Academia pueda realizar en su seno y por su propia iniciativa, consideramos esencial que la Institución que hoy se crea se encuentre abierta a la sociedad y al mundo.

La Academia nace con una profunda vocación de servicio. Estará a disposición de los poderes públicos, de la función jurisdiccional, de las universidades y otras instituciones académicas, de los colegios profesionales y de las organizaciones sociales, para recibir sus inquietudes y colaborar en dar solución a los problemas que nuestro marco jurídico plantea.

No creemos en una Academia de Derecho encerrada en un gabinete y separada del mundo real. Creemos en una Academia de Derecho integrada al medio social y académico, que sea útil para la sociedad toda y se transforme en un ámbito de discusión y en un necesario formador de opinión en materia jurídica.

La Academia debe ser también una puerta de comunicación de nuestro medio académico con el mundo. La generosa iniciativa para crear la Academia Nacional de Derecho en nuestro país, proveniente del Congreso Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas y de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, cuyos representantes participan de este acto, es una elocuente manifestación de la importancia que el conocimiento y el estudio de la realidad del Derecho en otras jurisdicciones tiene para el desenvolvimiento del propio ordenamiento jurídico.

Los movimientos de creación y desarrollo del Derecho no son nunca fenómenos aislados. Más allá de las peculiaridades de cada entorno social y económico, la evolución de las instituciones jurídicas obedece a fenómenos globales. Un fluido y calificado vínculo con la realidad de la aplicación del Derecho en aquellas naciones herederas de una misma cultura y de un mismo sistema jurídico, como ocurre con las academias iberoamericanas, asegura un más fácil y rápido conocimiento de los desarrollos jurídicos ocurridos en otros países, así como un confiable diagnóstico de las experiencias recogidas con su aplicación.

Para terminar nuestro agradecimiento

Para terminar esta presentación, quiero expresar el agradecimiento de esta Academia naciente a todos quienes promovieron, impulsaron, facilitaron y apoyaron la iniciativa de su creación.

En primer lugar, al Congreso Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas, en la persona de sus representantes los señores Luis Félix Alipaz Echazu, de la Academia Nacional de Ciencias Jurídicas de Bolivia, y Alfonso Santiago, de la Academia de Buenos Aires y miembro del Comité Ejecutivo de la Conferencia Permanente. Ruego a Uds. hagan extensivo también este agradecimiento a D. Rafael Navarro-Valls, Presidente de la Conferencia Permanente.

En segundo lugar, a la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, en la persona de su representante el Académico de Número profesor Héctor Alegría, Presidente de su Instituto de Derecho Empresarial. La Academia de Buenos Aires es una demostración elocuente del profundo vínculo profesional y académico que argentinos y uruguayos hemos mantenido a lo largo de la historia, siendo muchos y muy notables los juristas uruguayos que integraron la misma.

En tercer lugar, a mis queridos colegas y amigos los profesores Alejandro Abal Oliú, Carlos Delpiazzo, Augusto Durán Martínez, Gonzalo Fernández y Juan Andrés Ramírez, quienes tuvieron la sensibilidad de recoger y valorar la iniciativa y con quienes llevamos adelante el proyecto.

En cuarto lugar, a la Cámara Nacional de Comercio y Servicios del Uruguay, en la persona de su Presidente Julio César Lestido, quien apoyó decididamente la realización este evento, brindándonos desinteresadamente la infraestructura necesaria. Es conocida la preocupación de la Cámara de Comercio por impulsar este tipo de iniciativas académicas.

Por último y fundamentalmente, a todos mis colegas académicos de número, que abrazaron con entusiasmo la idea, con quienes es un placer y un honor participar en este evento histórico para el Derecho uruguayo y junto a los cuales, a partir de mañana, será un placer y un honor llevar adelante la actuación de esta Academia.

A todos, muchas gracias.



Academia Nacional de Derecho del Uruguay, Montevideo - Uruguay